Cartas desde mi cripta

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Sr. D. Felipe Uhagón. Bilbao.

San Mamés, 1 de febrero de 1874.

Estimado amigo:

No he olvidado los antiguos y fuertes lazos de cariño y amistad que nos unen.

Con gran contento y satisfacción mía, es usted ajeno a toda política, y únicamente deseo el bien de este país desgraciado.

La Providencia se sirve, acaso, de estos dos amigos para evitar mayores males a esa rica y floreciente villa, la mayor de Vizcaya y acaso de la Península.

Usted, hombre sensato y formal, se encuentra hoy desempeñando importante cargo en ese pueblo, y yo, buen vizcaíno y amante de mi país, soy el encargado de combatirlo, soy el jefe de las fuerzas que le bloquean. ¿No ve V., querido amigo, en esta coincidencia algo que nos obliga a uno y a otro a hacer más llevadera la suerte infortunada de esa capital de provincia?

Es necesario que se examinen los tiempos y las circunstancias.

Bilbao no puede recibir hoy auxilio alguno de Moriones, que no cuenta con fuerzas suficientes para llegar hasta sus trincheras. Reducido, por otra parte, a los estrechos límites de su población, sin destacamentos exteriores que le apoyen y con alturas que por doquier le dominan, podrá resistirse más o menos tiempo, pero al fin caerá, y su resistencia sólo habrá conseguido hacer más grande su desgracia y arrojar inmensa responsabilidad sobre sus autoridades.

Reunidos están poderosos elementos para proceder al ataque y dentro de breves días nuestras bombas cubrirán de escombros ese pueblo. Yo sólo deseo entregar a Vizcaya su capital intacta, y no un montón de ruinas, evitándonos el llorar sobre ellas, como he llorado sobre las de Portugalete. Deseo penetrar en Bilbao con el cariño del paisano, y tendré gran sentimiento si las circunstanacias me obligan a hacerlo con el aparato del vencedor, que siempre lleva consigo lágrimas y sangre. Es preciso, pues, que utilicemos los dos las condiciones en que nos encontramos: V. con su poderosa influencia contribuirá, sin duda, a deshacer preocupaciones funestas, madres de tristes resultados; y yo, con mis jefes y superiores, trabajaré en lo posible para aminorar en lo posible me sea de luto y desolación para Bilbao. ¡Ojalá que V. pueda conseguir algo en este sentido, haciéndose acreedor al reconocimiento y gratitud de Vizcaya!

Usted conocerá el carácter de esta carta confidencial, de amigo a amigo, que las circunstancias en las que nos hallamos y los lazos de cariño que nos unen me obligan a dirigirle para evitar que algún día censurase V. mi silencio.

Sabe que le quiere de veras su afectuosísimo amigo, su servidor que su mano besa,

Cástor de Andéchaga.

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